sábado, 15 de abril de 2017

Primavera en Babia

Ya está la primavera
brotando por tus poros.

Golondrinas arreglan
los nidos del alero.

Estatuas de cigüeñas
recortan horizontes.

Arriba, en Peña Ubiña,
la nieve se hace líquido
y el río traza raudo
espirales de espuma.

Lejos, sobre Ventana,
hay un rubor de niebla.

Voy caminando en sueños
por los paisajes mágicos,
hasta quedar dormido, al fin,
                                bajo los sauces...

sábado, 12 de mayo de 2012

Babia

Hay un país lejano donde nacen los ríos y se forman los vientos.
Donde las estrellas son más brillantes y están tan cerca, que casi se pueden tocar con los dedos.
Donde el silencio es tan profundo que se puede oír respirar la tierra.
Donde si te quedas dormido a  la orilla del agua, sobre los helechos, entre los altos juncos, sientes que el corazón se serena y late al ritmo del profundo corazón del mundo. Sueñas que estás unido, fundido con todo: que ya eres piedra, árbol, brisa, agua que fluye, y no quieres despertar.

No me habléis de paraísos futuros.
De inmaculados cielos.
De manos salvadoras.
De ojos que cautivan.
De promesas de amor...

Dejadme aquí, debajo de los sauces, entre los altos juncos, por techo el puro cielo:

Que me cante el arroyo.

Que me acune la brisa.

Que me abrace el olvido.

                                     Ángel V Díez Álvarez

miércoles, 31 de agosto de 2011

Ausencia, a José Barriada

Amigo mío, he regresado a tu tierra y la mía, y no estabas.
He llegado tarde a nuestra cita aplazada año tras año; a nuestra última conversación sobre todo lo humano y lo divino.
No quisiste esperar y te marchaste.
Querido amigo: te imagino en esa habitación que me dicen tenías  sólo para tus libros, rodeado de miles de palabras.
Tal vez encontraste las respuestas a las viejas preguntas y oíste la voz que te decía: "Es la hora de partir" y te alejaste...
Realizaste tu más importante sueño: hacerte profesor, transmitir tus vastos conocimientos; leer, leer siempre y pasear sereno y reflexivo... Era nuestro sueño y tú, disciplinado y constante, lo alcanzaste.

Huérfano de ti, de tu sabiduría, de tu hablar suave, de tu exquisita cortesía y discreción; un poco más solo y dolorido.

Largo sueño en la tierra que has amado.
Frío amanecer.
Frío el mármol que rezaba tu nombre.
Frío,
      desesperanza y frío en mi alma.

Ángel V Díez Álvarez